miércoles, 29 de octubre de 2008

Todo es cuestión de costumbre
















Disculpen la extensión, lo que pretendía ser un artículo, parece un ensayo
¿Qué es nuestro? ¿Qué no es nuestro?
Todo lo que celebramos se metió a través de los años, por imposición o intracultauración.

Costumbre e imposición

El día de los muertos. Costumbre de saberlo por nuestras generaciones anteriores.
Imposición de la Iglesia.

Halloween. Costumbre de ver a las nuevas generaciones vestidas con disfraces de terror.
Imposición del mercado.
Esta es mi hipótesis. Los invito a pensar.
Las procesiones de las vírgenes, imágenes que nos trajeron los colonizadores españoles; imposición.
Misas, rezos, respeto y veneración por las imágenes de los de santos del catolicismo, es tomado de los inmigrantes italianos y españoles –“nuestros antepasados”-; intraculturación, costumbre, un aprendizaje desde lo ambiental.

“Noche de brujas”, se le llamaba así hace quince años atrás aproximadamente, llegó con el cine, y con los cuentos (por cierto, según los patrioteros a ultranza no deberíamos conocer historias maravillosas de Europa, creada por acto de escritores extranjeros como las de los Hermanos Grim, Perrault, Dickens, etc.)

La Navidad, tan judeo cristiana, pagana, europea romana, alemana de rama en rama; es una tradición en nuestro medio porque es mundial; en cambio,la leyenda de coquena, o duende que es sólo del norte de Argentina. Navidad está homologada, arraigada en el gusto popular “a la gente le gusta Navidad” como tradición (con todo su origen pagano, espiritual) porque la trajeron los inmigrantes del siglo XIX y XX.
Difícil definir tradición, y más que definir es difícil sentirla. Mientras escribimos o leemos, tenemos el mate, que no es privativo de Argentina, son de todos los países de Sudamérica, los indígenas de Iguazú ya lo conocían, y el mate sobrevivió, a pesar de que fue demonizado en un principio por los españoles.
Volviendo a lo de noche de brujas, hay mucho para decir, ya no es más “Noche de Brujas”, ya es sólo “Halloween”, por un lado la traducción no era exacta y en esos casos, mejor recurrir al vocablo de origen (como “club”), por el otro lado no vamos a negar que el idioma inglés hizo su extensión arrolladora y se popularizó mucho más, de 15 años a esta parte.




Ahora lo llaman directamente “Halloween”, y no comprendemos mayormente lo que es, el pueblo, los mayores, los trabajadores, los no comprenden, pero tampoco comprendemos una palabra en quichua, en guaraní…, y muchos quedamos afuera cuando se usan palabras en lunfardo.
“Se va perdiendo” dicen los adultos mayores nostálgicos.
“Tampoco es nuestro”, dicen otros.
A quienes espero jamás encontrar comiendo hamburguesas o mirando dibujitos de Disney, porque sino… ¡terribles tempestades caerán sobre vosotros!
Las costumbres –por imposición y por intraculturación- requieren un tiempo en los pueblos para encontrar continuidad. Nos esmeramos en ser Cristianos occidentales, porque 500 años es un tiempo razonable.
Esta conmemoración de lo tenebroso, tiene bastante de las dos.
La imposición del mercado es insoslayable. Pero ya es tan exagerado, que en vez de generar terror, genera risa (quizá sea un mecanismo de defensa colectivo para soportar lo tétrico, como las bromas de los Santos Inocentes que el pueblo comenzó a hacer para contrarrestar el terrible recuerdo de la fecha en que mandaron a matar bebés).

El otro aspecto que me interesa señalar, es que algunos invocan a no festejar, y no dar crédito a esta celebración desde lo religioso. No cuestionan la tradición. Argumentando que hacer que la gente use cosas diabólicas, oscuras, calaveras, etc., es darle el gusto al Diablo, reproducir su ritos. ¿Qué pasaría con un actor que debe representar algo tenebroso?, ¡es un maldecido poseído, que vendrá a infligir dolor y espanto! Vamos, es gente disfrazada.
Por cierto, las brujas, y brujos de mi país que causan daño, no andan con disfraces de plástico, y vaya que son malignos.

Vuelvo a la imposición del mercado.
El tango gana adeptos en el mundo, no sólo promocionando nuestros artistas, sino que también músicos y bailarines que no son argentinos (ni uruguayos) lo interpretan como propio. Gran triunfo, ¿no nos da culpa ser invasores?
El cajón peruano es usado en el flamenco, y los músicos lo explotan como recurso dando lo mejor de su talento, ya parece propio del arte flamenco. Pero es peruano.
No hay problema en adoptar, mientras sepamos el origen de las cosas: hechos, palabras o tradiciones.

No podríamos comer fideos por ser comida italiana, aunque en verdad quienes lo fabricaron fueron los chinos, ni compara tacitas hechas en China. Todo es cuestión de costumbre.
Ni usar chimichurri para el asado, porque en realidad lo inventó un inglés.
Desde hace unos años vemos disfrazados con atuendo de lo terrorífico a niños y adolescentes. Eso es lo que choca e impacta, la puesta en práctica de esa actividad.
¿Qué es lo nuestro?
La mezcla de símbolos, de identidades, es nuestra verdadera identidad. En concepto pleno.
¿Qué es esto de origen y expansión de algo?
Así como hay cosas que son asimiladas, hay otras que pasan sin penas ni glorias, “lo popular”, los habitantes lo deciden. En Halloween estamos asistiendo a un período de transición.
Por eso hay que dejarse de joder –por usar un término criollo- con estas limitaciones, y disfrutar de las obras y enseñanzas de otros lugares.

Si me han acompañado hasta aquí y no fueron a chatear o a ver videitos en youtube, permítanme hacer el remate.
Este Halloween no lo inventaron los venderos de cotillón. Tampoco los yanquis, que en verdad son distribuidores del producto. Viene de algo ancestral, popular, y pagano; intraculturación.
Pero fue la Iglesia Católica en el siglo IX después de Cristo, quien le dio el nombre (“All Hallows Eve” -víspera de todos los santos-, “All Hallows Day” –día de todos los santos-); imposición. Note el amable lector, que se despega de la palabra bruja, o brujo, como podrían haber sido vistos los druidas por la Iglesia. Se habla de santos.
Se instauró para oficializar los ritos del pueblo que los romanos no pudieron desterrar. Y, el Día de los Muertos se corrió a 1 de noviembre en ese siglo por orden del Papa, para contrarrestar la ceremonia que ocurría la noche anterior (anteriormente el Día de los Muertos era en mayo).
Los hombres somos todos iguales, en todos lados hay rituales para la salvación, destruir los miedos y acerca de la muerte. En Argentina tenemos San La Muerte, y en el norte se baila La Diablada.
En los orígenes de “la ceremonia de los muertos”, los druidas (sacerdotes y maestros de los celtas) ordenaban a los pobladores hacer fogatas en las casa, y ellos las hacían en lo alto de las colinas.
La creencia de la fogata, es que al quemar un viejo roble, este reencarnará en un sacerdote druida. Ellos tenían la creencia de que eran uno con la naturaleza.
¿Qué curioso, no? Lo mismo pensaban los chamanes de Latinoamérica…

Deseos, temores, el hombre. Sin fronteras.

Quizá, el inmiscuirse en nuestros asuntos, nos da derechos a inmiscuirnos en los de otros. Una buena idea sería aprovechar, si tenemos que adoptar ese festejo, mecharlo con sabor nuestro, como ocurre con Navidad, que cada país, tiene sus villancicos y sus cuentos. Por qué no aprovechar para prolongar en el tiempo las leyendas, los misterios urbanos, el reirse de los miedos desde nuestro imaginario colectivo.





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